Comentario
Durante todos estos años no se interrumpe nunca totalmente la comunicación entre ambas obediencias, aunque se viven momentos de especial tensión y el tono general se hace cada vez más pesimista. La difícil situación de Benedicto XIII tiene bastante relación con la poco cómoda, aunque menos dramática, de Bonifacio IX en Roma, lo que no impidió esos contactos; tampoco se interrumpieron tras el evidente triunfo de las posiciones del Papa de Aviñón: para ambos se mantenía una situación muy difícil.
A finales de junio de 1403, Benedicto XIII enviaba a Roma una embajada, con objeto de resolver todos los problemas previos para la puesta en marcha de lo que el había denominado "via conventiones", es decir, la segunda vía propuesta por la universidad de París con las modificaciones introducidas por el Pontífice y aceptadas como procedentes.
La embajada hizo frente a toda una cadena de obstáculos hasta poder presentar, el 22 de septiembre, sus propuestas al Papa romano. Una semana después contestaba Bonifacio IX negándose a una entrevista entre los Papas, a la negociación entre los dos Colegios cardenalicios y a la designación de compromisarios. Al requerírsele una contraoferta se negó a cualquier contacto en pie de igualdad con Pedro de Luna. En un violento intercambio de reproches, Bonifacio IX llegó a amenazar con hacer perecer en prisión a su rival, si lograra capturarlo; los embajadores aviñoneses le calificaron de simoníaco.
Dos días después fallecía Bonifacio IX; los embajadores aviñoneses fueron reducidos a prisión durante diez días, maltratados y liberados únicamente tras el pago de un considerable rescate. Liberados, intentaron cumplir el contenido de su misión ante los cardenales, tratando, ante todo, de que no procedieran a una nueva elección. Obtuvieron como respuesta la demanda de presentar la abdicación en nombre de su señor.
El 17 de octubre era elegido Cosme Megliorati, papa Inocencio VII, otro napolitano, como lo habían sido también sus dos inmediatos predecesores. Como cardenal había sido muy influyente en el anterior pontificado, de modo que no eran previsibles novedades de importancia. Sin embargo, durante unas semanas, pareció posible que los contactos condujesen a algo positivo. El espejismo se rompió cuando Inocencio VII se negó a entregar salvoconductos a los embajadores aviñoneses, que ya se habían trasladado a Florencia, si no tenían nuevas propuestas que ofrecer.
Pese a todo, durante todo el invierno, se realizaron esfuerzos de negociación. Fracasados dichos intentos, el 16 de abril de 1405 Benedicto XIII lanzaba la excomunión contra su rival.
Todo parece un retorno al pasado. Da la impresión, incluso, de que, fracasada la negociación, Benedicto XIII ensayara la solución por la fuerza; su actividad diplomática, desde finales de 1404, era extraordinaria, tanto en su obediencia como en la romana. En diciembre de 1404 se trasladó a Niza, y, a finales de abril del año siguiente, anunció su intención de trasladarse a Génova, primera etapa de un viaje por Italia de imprevisibles consecuencias.
Desde Génova, Benedicto XIII reclamaba apoyos, reunía fondos, y hacía propuestas de negociación a Inocencio VII. Es posible que se pensase en una renovación de la "via facti"; si así fue, se trató de una idea fugaz, abandonada, entre otras razones, por la falta de entusiasmo a las demandas de ayuda. En octubre de ese año Benedicto XIII abandonó Génova retrocediendo hacia Niza.
Los meses finales de 1405, y los primeros del año siguiente, fueron de intensa actividad en París. El ambiente político francés se había enrarecido desde el acceso al poder en el ducado de Borgoña de Juan sin Miedo, decididamente opuesto a su primo, el duque de Orleans; la universidad parisina daba nuevas muestras de inquietud por el fracaso negociador entre los Pontífices; una embajada castellana proponía, también en París, que se llevase a cabo la entrevista entre los dos Papas. Por su parte, Benedicto XIII, en una embajada enviada a París en abril de 1406 hacía abiertas alusiones a soluciones de hecho, lo que vino a justificar una ofensiva universitaria en favor de una nueva sustracción de obediencia.
En el Concilio de la Iglesia de Francia, celebrado en noviembre de 1406, por encima de la cuestión concreta del Cisma, se enfrentan las posturas de quienes sostienen la autoridad del pontificado y la de aquellos que pretenden recortar revolucionariamente sus poderes; era la verdadera cuestión de fondo: aunque la dualidad pontificia fuese una realidad preocupante, se hablaba más de Reforma que de Cisma. No hubo, por el momento, sustracción de obediencia, pero, para todos, la conclusión alcanzada era únicamente temporal.
Durante las sesiones de ese sínodo, el 6 de noviembre, fallecía Inocencio VII, sin haber realizado el menor gesto en pro de la unión. Se procedió inmediatamente a una nueva elección, si bien se adoptaron diversas cautelas para facilitar una eventual unión; había, sin duda, seria voluntad de unión: la elección de Ángel Correr, Gregorio XII, un hombre con fama de santo, carente de toda ambición humana, debe ser considerada toda una prueba del ambiente imperante.
Gregorio XII comenzó su pontificado dirigiéndose a Benedicto XIII proponiéndole la mutua renuncia; éste se mostró igualmente dispuesto, pero propuso una previa entrevista de ambos, acompañados de sus respectivos colegios. La contrapropuesta suscitó algunos recelos, pero fue apoyada por Francia y aceptada por Gregorio XII, que envió una embajada para negociar el lugar de la futura entrevista. A finales de abril de 1407 se acordó Savona como lugar de reunión, que tendría lugar el próximo 29 de septiembre, o, si se produjese algún retraso, el 1 de noviembre. Se reguló escrupulosamente todo lo relativo a la entrevista, incluyendo el número de miembros de los respectivos séquitos, el orden en la ciudad, los abastecimientos, allanando cualquier dificultad material o de procedimiento que pudiese dificultar el ansiado desenlace.